jueves, 27 de agosto de 2015

Mereció la pena


Más de cuatro meses han pasado desde que me despedí de este blog y de España para dar comienzo a lo que se ha convertido en una las mayores aventuras de mi vida hasta la fecha. Recuerdo las despedidas, las últimas semanas de papeleos, nervios, maletas y más nervios. Recuerdo el día que me despedí de mi hermano y de mi perro para marchar a Málaga y coger el vuelo que me llevaría a mi destino. Recuerdo ese momento en el que me quedé sola en la habitación del hotel, cuando el silencio se apoderó de mi espacio, me miré al espejo y el pánico comenzó a apoderarse de mí, preguntándome si todo esto valdría la pena. Recuerdo esa tarde en la que conocí a quien ha sido hasta el día de hoy mi compañera de residencia, de piso, de trabajo y de vida. Recuerdo esa cena junto a mis padres, a aquel camarero malagueño que no paraba de contar chistes en el restaurante del hotel. A esa noche que hablamos por primera vez recostadas en nuestras camas, compartiendo nuestros nervios, incertidumbres y miedos. 

Recuerdo la amarga despedida, las lágrimas y pasar el control para coger el avión.

¿Quién iba a decirnos a nosotras todo por lo que hemos pasado hasta ahora en Huddersfield? Desde llegar y conocer a tanta gente nueva, sufrir en nuestra primera residencia, hacer nuestras primeras compras por el centro con los demás, asistir a nuestras dos semanas de training, pisar por primera vez nuestra planta en el hospital, conocer la ciudad, su parque, su centro, su gente... conocernos los unos a los otros. Sufriendo la distancia de nuestros seres queridos, recibiendo el apoyo de todos. Comenzar a hacer turnos dobles de doce horas con un nivel B2 de inglés que, sinceramente, en Inglaterra no te sirve de nada, sobre todo si vienes a vivir al norte y conoces tantos, variados y pintorescos acentos que te hacen pensar si realmente sabías o no manejarte con el idioma antes de conocer todo esto. Para qué nos vamos a engañar, a día de hoy seguimos sufriendo con ello. Pero poco a poco, la cosa mejora. O eso creo. Jeje.

Recuerdo esa inesperada apendicitis y todos y cada uno de los presentes turnándonos para atenderte en todo lo que fuera posible. Recuerdo esas tardes y noches en el Warehouse, esas comidas en el Lord y esas visitas al Greenhead Park cuando el buen tiempo lo ha permitido. Recuerdo la noche que vimos por primera vez Eurovision fuera de España, y tuvimos la oportunidad de votar a nuestro propio representante.

Ayer italiano, hoy libanés... y pasado mis primeras noches de guardia. Recuerdo a muchos de mis pacientes, sus nombres, sus problemas, sus miedos. Y me daba cuenta, entonces, de que era una egoísta al pensar que yo lo estaba pasando mal cuando ellos debían acarrear con una enfermedad durante el resto de su vida, con las consecuencias irreparables de un accidente o lidiar con múltiples discapacidades. Y el esfuerzo que ponían, y ponen, en la rehabilitación.

Recuerdo mi visita a Leeds, una semana antes de volver a España después de dos meses. Se me hicieron tan cortos esos diez días... días donde hubo desde un concierto sinfónico de viajes en el tiempo en Madrid hasta una boda al otro lado del Mediterráneo. Regresé y lloré, con un sentimiento amargo y desagradable en el pecho. Pero que, con la rutina y vuestra compañía, fue desapareciendo.

Recuerdo una media de tres mudanzas dentro de dos residencias diferentes. Y llegó la cuarta y definitiva, para movernos aquí, a nuestra casa. Una casa al lado de un cementerio propiamente inglés, rodeados de mucho verde y gatos invasores. Y olores sospechosos.

Pero para qué nos vamos a engañar, es nuestro hogar, dulce hogar.

Y de esas últimas semanas hasta el día de hoy, me he propuesto nuevas metas, y he cumplido otras tantas: apuntarme al gimnasio, comer más variado y sano, mejorar poco a poco mi inglés y superar con creces mis primeras cinco noches de guardia como la segunda enfermera cualificada en mi planta. Y tras el último cambio de turno y dos días de descanso, rodeada de personas maravillosas y buenos momentos, he decidido que ya era hora de volver a mi blog y deciros que me siento a gusto aquí, que me encuentro bien y estoy disfrutando de la experiencia al máximo.

No os voy a engañar, ponerse a escribir conlleva un doble esfuerzo estando aquí. Tienes la responsabilidad de una casa que cuidar, unas relaciones que mantener y gente lejana a la que atender cuando el tiempo te lo permite. Y, por supuesto, dedicar un poco de tiempo para ti mismo y desconectar.

Pero quiero intentar que este blog siga adelante, que me siga viendo crecer y esforzándome por lo que decidí ser en la vida, una persona que cuida de las demás.

Quiero dejar algo claro: es duro. No todo es de color de rosa, y muchas veces nos venimos abajo, porque somos humanos. Tenemos derecho a preguntarnos qué narices hacemos aquí, en un lugar ajeno a nuestro idioma y costumbres, alejados de las personas que más queremos y nos quieren... 

Y a pesar de ello, echo la vista atrás y no me arrepiento de haber tomado esta decisión. 

Realmente, mereció la pena.

PD: ¿Os he dicho que me he vuelto adicta al té? Malditas y dulces costumbres británicas.

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